DISCURSO A CANANEA CARLOS PELLICER
Discurso a Cananea No he de hablar de la sangre ni de su prodigioso contenido; ni del puño cerrado que gobierna del lado izquierdo el regadío exacto para que todo el cuerpo se alimente sin que órganos o músculos carezcan de cuanto equilibrando necesitan. No he de hablar de la sangre, viajera silenciosa, el invisible y entubado pez, vivo millón de gotas líquidamente augusto, disciplinado al ritmo aparatoso de un pequeño universo, origen de razón y poesía. nuestro propio cuerpo La sangre, la de los vasos siempre generosos, la energía circulante a cada instante, la que hereda zafiros, lodazales, crepúsculos llorados en recuero de amanecidos truenos militares. No he de hablar de la sangre, la aurora injustamente derramada como el vino que espera al invitado que va a llegar, pero que no ha llegado porque un tzentzontle ha muerto en su ventana cuando él iba a salir
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