La escena es un campo de prisioneros alemán, en algún momento a mediados de la década de 1940. Stalag 17, exclusivamente poblado por sargentos americanos, es supervisado por el comandante sádica Oberst Von Schernbach (Otto Preminger) y el sargento engañosamente paternal Schultz (Sig Ruman). Los internos pasan sus horas de vigilia eludir el aburrimiento de la vida en prisión; por la noche, en su intento de organizar los escapes. Cuando dos de los fugados, Johnson y Manfredi, son derribados como perros por los guardias nazis, wiseguy residente de Stalag 17 Sefton (William Holden) recoge insensiblemente las apuestas que había colocado en relación con el éxito de los fugitivos. Sin lugar a dudas: hay un fallo de seguridad en los cuarteles, y todo el mundo sospecha que el emprendedor Sefton que se las arregla para obtener todas las comodidades que él quiere de ser un infiltrado nazi. Las cosas se ponen feas en particular cuando el teniente Dunbar (Don Taylor), billetted temporalmente en Stalag 17 antes de ser
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