Si los enamorados vivieran en la luna, en noches de tierra llena, cogidos de la mano, contemplarían el Océano Azul que bordea la Isla de Tenerife y lo verían lleno de estrellitas de mar. Y al amanecer ya con los primeros rayos de luz, la magia de los colores, tornando en un cielo azul, embriagaría sus sentidos, envolviendo sus almas enamoradas.
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